Mi Señor me mandó, mi Señor va conmigo.
- Eleazar Arredondo Bravo
- 13 ene 2015
- 2 Min. de lectura

Estoy incómodo, estoy cruzando la pampa, llevo más de 16 horas sentado en un bus, hemos tenido algunos inconvenientes en el camino, a ratos fastidiado y ha ratos queriendo mejorar la actitud en el viaje, después de todo es un viaje de mi Señor. Yo no quería venir, sabía lo incómodo, mi familia quedó en casa, mis amigos en la iglesia, y yo aquí preguntándome si debí haber venido. Voy a serles sincero, me arrepiento de haber venido, al mismo tiempo en que estoy tipeando estas palabras en el computador siento que no quiero estar aquí.
Al suceder todo lo anterior, recuerdo a mi Señor. Recuerdo los pasajes leídos en los evangelios y las palabras:
23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? Mateo 8. 23-27.
Sin embargo, en medio de este viaje, me regocijo al comprender que mi Señor me mandó. Mi carne no desea en absoluto estar aquí, no sé lo que sucederá mañana, o si iremos a llegar, no sé cuál será el propósito de este viaje, sinceramente no lo analicé al salir, pero sé una cosa, mi Señor va conmigo. Y mi Señor puede que parezca estar dormido, así como reposaba en la barca junto a sus discípulos en medio de una tormenta. Pero hoy sé por medio de ese relato que no importa lo grande de la tormenta, lo dificultoso del viaje, o si mi Señor perece que está durmiendo sin importarle mucho lo que suceda con nosotros. Sé por medio de su Espíritu que mi Señor va conmigo, y eso me basta. Da lo mismo el fin, no importan ni tampoco es relevante que yo sepa el propósito del viaje, o si realmente será provechoso. Mi señor me mandó y mi Señor va conmigo, con eso me basta.
No sé el camino que estás atravesando en este momento, ni tampoco me interesa si lo estás pasando bien, o si vas cómodo o incómodo, tampoco sé si estás persuadido de los propósitos del Señor para tu vida, pero por favor regocíjate y recupera toda fuerza, maravíllate en esto: Tu Señor te mandó, Tu Señor va contigo. Que tu gozo sea cumplido al decir nuevamente estas palabras: Mi Señor me mandó, mi Señor va conmigo.
P.S: Ya llegué, estoy contento, me siento bendecido, me encontré con amigos, los hermanos son una bendición, y quiero estar aquí, porque mi Señor me mandó, y porque Él está conmigo.
Comentarios