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Quiero tener una responsabilidad en la iglesia, pero mi pastor no me llama: 7 consejos.

  • Eleazar Antonio Arredondo Bravo
  • 17 feb 2016
  • 5 Min. de lectura



Es común que en la mayoría de nuestras iglesias exista una gama de responsabilidades, cargos y tareas que desempeñar. Algunas atractivas otras no tanto. Es normal y sano desearlas también. Pero, qué pasa si han pasado ya años y no somos llamados a ellas. ¿Qué está mal? Tal vez te preguntas: ¿No soy lo suficientemente competente? ¿Mi pastor no me valora? ¿No estoy en la iglesia correcta para mi?


Quiero compartirte algunos consejos que creo necesario para ayudarte a encontrar respuesta y paz en estos momentos de ansiedad y neblina.


1. Tu deseo no es malo, pero debe ser centrado en el Evangelio.


Desear una responsabilidad, cargo u honra no es para nada malo, sino una característica clara de nuestra conversión de querer servir y prestarse al servicio del Señor. Incluso el apóstol Pablo le declara a Timoteo que el anhelo de obispado es un buen deseo (1 Timoteo 3.1). Y aunque nuestros deseos sean buenos en sí mismos, deben centrarse en el Evangelio. Con esto queremos decir que todo lo que sucede en el Evangelio debe ser dirigido a la Gloria de Cristo. Es como una pieza de un gran puzzle. Por sí misma la pieza tiene un valor, pequeño pero necesario, sin embargo, esa pequeña pieza tiene un propósito más alto, ser parte del cuadro final, donde tanto el armador como cada una de las piezas desarrollan la gran imagen. Así mismo cada uno de nuestros desempeños serán una pequeña pieza que muestra la imagen del Evangelio. Si no encajas, si no te enfocas en el Evangelio, sólo serás una pequeña pieza que no ha cumplido su propósito.


2. Tu ministerio o ejercicio de los dones no dependen de un cargo y responsabilidad formal: El llamado supera al cargo.


Cuando nacimos de nuevo por el poder del Espíritu Santo, nacimos con dones para ejercer ciertos ministerios o responsabilidades dentro de la iglesia del Señor. Todo hijo de Dios tiene al menos un don, y es imposible y anti-bíblico que un cristiano no tenga uno (1 Corintios 12.7). Establecido esto, debemos entender que nuestros dones no dependen de una responsabilidad formal para ser ejercidos. Si Dios me dio el don de la fe, no es necesario ser nombrado oficialmente con un cargo para aplicar la fe para bendición de la iglesia. Si Dios me ha dado el don para predicar el Evangelio, no es necesario ser nombrado oficialmente evangelista para compartir el evangelio donde haya necesidad. El cargo es sólo una administración para ordenar el desempeño en una iglesia local para que todo sea hecho decentemente y con orden (1 Corintios 14. 40).


3. Debes aprender a someterte al gobierno de la iglesia.


Más que tu talento personal y tus dones espirituales, es tu carácter, más que tu inteligencia y erudición es tu sabiduría lo que te calificará para desempeñar una administración. De nada sirve la abundancia de talento si no sabes como manejarlos. Es como un deportista, que fisicamente está preparado para una gran maratón, pero su carácter le juega una mala pasada incluso antes de partir. Un buen carácter al sometimiento de Dios y de su iglesia es más valioso que la posesión de todos los dones. Debes entrenarte en el sometimiento y la obediencia al gobierno de tu iglesia para que tu obra en ella sea de bendición. (Romanos 13, 1 Timoteo 6).


4. Aprende a servir en lo poco y en lo oculto: Tu pastor no te verá, pero Dios sí.


En el ejercicio de cualquier desempeño en el Reino debe tener una mirada espiritual. Entender que Dios me irá dando poco a poco para dar cuenta a la iglesia de qué tan fiel soy. Debemos recordar que nuestra principal fidelidad debe ser dirigida a Dios. No como los que trabajan al ojo para buscar la gloria y recompensa humana, sino entendiendo que Dios está con nosotros a cada segundo, y que nuestro deseo es poder glorificarle también a cada segundo. Sé fiel en lo poco, cuando estés solo, cuando estés lejos de la vista de tu iglesia y de tu pastor, y sin duda, como lo hizo con David cuando pastoreaba con amor a un montón de ovejas cuando la nadie lo veía, y lo ungió como el nuevo Rey conforme al corazón de Dios, así también te pondrá a ti cuando fuere tiempo.


5. Cuidado con la ansiedad, El evangelio basta.


El trabajo prolongado en una iglesia, ya por algunos años, me ha hecho testigo de uno de los males que ataca a muchos jóvenes con buenas intensiones y capacidades: La ansiedad. Su orgullo y necedad les juegan una mala pasada al anhelar hacer cosas de la manera incorrecta. Creen que depende de ellos, que Dios debe ajustarse a sus tiempos, son incapaces de esperar los tiempos de Dios, y creen que sus iglesias tienen la obligación de respetarlos y honrarlos. Ansiedad. Lo triste es que al no soportar un “no lo hagas”, un rechazo, o un “aun no es tu tiempo” se entristecen y se frustran creyendo que todo es un complot contra ellos. La persona debe esperar el tiempo de Dios, aprender primeramente a conformarse con el Evangelio, a disfrutar el evangelio como la pura obra de Cristo en sus vidas y del gozo de la compañía de la persona de Cristo. Cuando un joven ha comprendido el Evangelio, y disfruta de su suficiencia, entonces está listo para servir (Hechos 6.1-7).


6. Discierne tu llamado, dones y ministerios.


Un punto importante al desear servir, es entender dónde y cómo. Y el primer paso es pedirle a Dios que haga evidente los dones que nos ha dado. Que el ponga un fuego en nuestros huesos que haga evidente nuestro llamado (Jeremías 20. 7-9). Debemos saber que no podemos hacer todas las cosas en la iglesia, Dios tiene un orden y una forma, y es necesario que sepamos el lugar y la forma en la que Dios quiere que actuemos. ¿Tienes claro tu llamado? ¿sabes precisamente cuáles son tus dones espirituales?, ¿sabes el lugar en donde Dios quiere que estés? Discierne tu llamado, dones y ministerios, y sin dudas podrás servir en la forma y en el lugar que Dios quiere. Porque nada es más triste que no encontrarse en el lugar que Dios quiere que estés.


7. Sé porfiado, intenso, y temeroso.


Cuando hemos recibido de manera humilde nuestro llamado, y entendido de qué trata, debemos empezar a perseverar en ello. Siempre cuando Dios levanta hombres y mujeres para bendecir y honrar su Nombre e iglesia, se levanta oposición tanto por nuestra carne, por el mundo, como por satanás. Y es ahí el momento en que debemos ser porfiados, intensos y temerosos. No podemos claudicar ante el llamado del Señor, no podemos tomar a la ligera la tarea de Dios, y no podemos andar como si dependiera de nosotros. Entonces debemos entender que una orden debe cumplirse, que mi llamado no es sobre lo que yo quisiera, y que no hay nada más importante, ni hay un trabajo que merezca más ganas y pasión que la obra de Dios. Pero debemos andar con temor de Dios, procurando agradarle en todo, caminando con sabiduría en este mundo, sabiendo que existe un enemigo que día y noche planifica en contra de los planes que Dios nos ha entregado.


Ten paciencia, ora a Dios contándole tus deseos de servir, pídele que Él abra puertas y tome los medios para que cuando sirvas o hagas cualquier cosa en la iglesia sea en orden, con paz, bendición y para la Gloria de Dios.

"Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio." 2 Timoteo 4.5.




 
 
 

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