La lengua
- iglesiasanbernardo
- 15 mar 2016
- 2 Min. de lectura

Lee:
“He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” Santiago 3:3-5
Piensa:
Es muy importante la enseñanza que hace Santiago en este versículo, nos da a entender cuan peligrosa y dañinas pueden ser nuestras palabras cuando damos rienda suelta a nuestra lengua. Este no es un tema ajeno a nosotros, ya que todos hemos cometido el error de hablar mal de otro, inventar cosas que no son verdad o incluso juzgar al otro porque muchas veces hace las cosas mal. Nadie está libre de esto, y Santiago lo entendía muy bien, es más da ejemplo de grandes objetos o construcciones que son dominadas por implemento muy pequeños, como cuando se refiere a la nave que es manejada por un pequeño timón. La palabra nos lleva más allá al decir que la lengua es un mundo de maldad que es inflamada por el infierno. Lo cual nos muestra que si dejamos nuestra lengua libre sin ninguna restricción, puede ser un arma muy fácil de usar.
Hay una enseñanza de Jesús muy conocida, cuando explica que si tu mano te es ocasión de caer, mejor córtala y échala de ti, porque mejor es entrar sin una mano al cielo que ser echado completo en el infierno. No me malinterprete, no quiero decir con esto que usted deba cortar su lengua, sino mostrar que siempre van a existir personas, cosas y situaciones que nos van a apartar de la presencia de Dios y es mejor cortar eso que nos ata y poder vivir en comunión con Dios.
Actúa:
El poder dominar la lengua no es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Sólo lo podemos lograr reconociendo lo pecadores que somos y la infinita gracia de nuestro Dios para con nuestras vidas, esto llevará como fruto que vivamos vidas humildes enfocadas en agradar a Dios, y no en hablar del próximo. Y si lo hacemos, miraremos con ojos de misericordia, no para juzgar sino para ofrecer ayuda a nuestro hermano.
Comentarios